sábado, 12 de abril de 2014

LA MANO DE OBRA Y EL PROBLEMA DE LA GLOBALIZACIÓN



LA MANO DE OBRA Y EL PROBLEMA

DE LA GLOBALIZACIÓN



Miguel Suárez Sandoval







La globalización ha impuesto al mundo laboral una gran rapidez y competencia en diversas modalidades; igualmente nuevas formas de trabajo y categorías para los trabajadores por cuenta ajena; entre otras la duración de la jornada laboral diaria e irrespeto a la dignidad de los miembros de la mano de obra, incluso a las trabajadoras (mano de obra femenina) futuras madres de familia conductoras de la sociedad, para lo cual los empresarios dadores de trabajo, o grandes inversionistas, vienen buscando afanosamente la satisfacción de sus pretensiones; idean nuevos sistemas que propicien el desconocimiento de las condiciones de trabajo, justos salarios y jornada máxima legal. En otros términos, anhelan una nueva legislación que desconozca los fundamentos del Derecho del Trabajo o Laboral y que solo contenga las aspiraciones de las grandes organizaciones mundiales.

Todas estas diversificaciones al trabajador por cuenta ajena lo vuelven más vulnerable conforme ignora la existencia de la relación laboral; sobre todo, a la mano de obra femenina y mayormente ocupándola en trabajos en negro.

La globalización podríamos decir que es la integración de las economías del mundo a través del comercio y los flujos financieros, que han impulsado el desplazamiento de la mano de obra, y una transferencia de conocimientos que se difunden con el nombre de “tecnología”, no obstante la limitación de las  fronteras. Las pequeñas empresas han sido o son absorbidas por las más grandes llamadas “empresas tecnológicas”, lo que se ha dado en determinar la  “nueva economía”.

La globalización o internacionalización de la economía, que procura integrar al comercio –cuando menos hasta ahora– no ha logrado integrar a los pueblos; con la creciente tecnología la apreciación de la mano de obra fluctúa constantemente; con la globalización crece la región, crece el país y los bienes salen más baratos a costa de la utilización inhumana de los trabajadores por cuenta ajena.

La globalización es un fenómeno ya antiguo, que se calcula tiene más o menos cien (100) años. Pero, recién en la segunda mitad del siglo XX ha avanzado debido a las comunicaciones electrónicas modernas.

Los estudiosos consideran que no se produjo el avance debido a las guerras mundiales, porque en ese lapso los países “cerraron sus economías” y adoptaron medidas proteccionistas y gran control de sus capitales.

La mano de obra y las «cosas» que entran en el comercio de los hombres, aumenta y disminuye en su valor dando un precio natural y otro en el mercado (Luis E. de la Villa, Carlos Palomeque: Introducción a la Economía del Trabajo, pág. 579).

El primero es el precio necesario que permite a los trabajadores subsistir y perpetuarse; éste se estima por el número de alimentos que en el mercado puede adquirir el trabajador para su beneficio y el de su familia con el monto del salario que percibe. 

El precio de la mano de obra en el mercado, es el que realmente se paga en función de la proporción existente entre la oferta y la demanda. Es costosa cuando escasea y barata cuando abunda. Si el precio del mercado excede al precio natural, la situación de los trabajadores es floreciente porque con su salario pueden comprar mayor número de bienes en beneficio de una próspera familia; pero, cuando al contrario, por ejemplo a la creciente de la población, los salarios caen, es decir, cuando el precio del mercado es superior al precio natural, la condición de los trabajadores es mísera.

Nos dice Julio Armando Rodríguez Ortega: «… el nivel de los salarios depende fundamentalmente de la oferta y la demanda». Y añade que: «… en la medida en que abunde la mano de obra, los salarios serán relativamente bajos; en tanto si escasea la mano de obra, los salarios serán  relativamente altos» (El Salario, pág. 31).

El objetivo final de una empresa es vender su producto en el mercado, y la situación del mercado no dejará de influir profundamente en el empleador, incluso a nivel de las relaciones laborales. Cicerón, al igual que Séneca consideraban al comercio como algo que: «… subordinaban al hombre; ya sea a otros hombres, ya sea a la ganancia…». Y añadían que: «… los comerciantes no pueden vender sin mentir». (Felice Battaglia: Filosofía del Trabajo, pág. 19). En el personal, lo quieran o no, lo digan o lo oculten los capitalistas, los trabajadores sufren las consecuencias y pagan por la mala administración (mercado financiero). Y todo esto cobra mayor importancia en los períodos de depresión. En momentos que (2009), por una falta de control hacia las unidades financieras (mercado bursátil) de los Estados Unidos de América, la clase trabajadora es la más perjudicada porque la ignoran.

Ahora, como uno de los efectos de la globalización, apareció una gran oferta de mano de obra y los empleadores se han puesto más exigentes en la selección del personal; por ejemplo, hace dos o tres décadas se imponía como edad máxima para contratar personal, que no supere los treinta y cinco años de edad; pero, ahora se ven letreros en Lima en las casas comerciales solicitando personal, que dicen: «Se solicita personal entre los 18 y 25 años». La cuestión de la edad para el trabajador manual siempre ha sido un problema, agudizándose éste en los trabajos en equipo. Hoy no es muy fácil, pero se puede superar esa deficiencia si el solicitante cuenta con nuevas formas de hacer las cosas, según Richard Beatty, quien agrega que: «si el candidato es profesional y está tecnológicamente al día, los empleadores ignorarán el tema de la edad».

En los años iniciales del siglo XX, cuando se despedía a un trabajador, durante el aviso se le daba una hora semanal para que buscase un nuevo empleo; ese derecho se perdió; pero, con la tecnología se puede hacer usando el Internet, aunque no es fácil para el trabajador humilde. (El Comercio de Lima, viernes, 9 de junio del 2006).

Muchos, en particular los trabajadores, sobre todo los manuales medianamente cultos, consideran a la globalización una “hostilidad”. Sienten temor porque creen que origina mayor desigualdad y discriminación a nivel nacional. Nadie mejor que ellos “para saber dónde los aprieta más el zapato”. Comprobado está que amenaza el empleo, y que esto, en muchos casos, anula la posibilidad de creación de nuevos puestos de trabajo. En síntesis es un obstáculo para la recuperación de la clase trabajadora.

Los grandes capitalistas –empresarios del mundo– después de la segunda Guerra Mundial idearon y crearon para ellos un mundo ad hoc, donde solo ellos pueden desplazarse (porque lo conocen bien) con inmensas cantidades de dinero, con un modus operandi según y para sus objetivos (reducir al mínimo la mano de obra) para los efectos de su protección y opresión de terceros, implícitamente hasta los Estados miembros de la Organización, según dicen, para beneficio de todos sus miembros.

Estas organizaciones no son conocidas por terceros donde no pueden ingresar, ni son materia de su preocupación aún siendo elementos indiscutibles de la producción, por más organizados que puedan estar.

En estas organizaciones internacionales se decide y conduce la línea directriz de la economía del mundo. En estas organizaciones se traza la Política Salarial mundial; hasta se reduce y se dispone del salario mínimo vital en el ámbito de los Estados miembros –ahora el pretexto es la crisis económica– sin importarles la desnutrición de las generaciones futuras ni las campañas para la reducción de la pobreza. Y el gran porqué de todo esto es que los trabajadores con los dirigentes sindicales del mundo y la falta de líderes –en muchísimas regiones de la Tierra– no han creado una organización paralela que sirva de contrapeso, porque tampoco tienen la suficiente capacidad cultural.

“A medida que la sociedad evoluciona, que la mujer pasa a formar parte del mundo laboral y toma funciones que tradicionalmente aparecían reservadas para los hombres, las características de un género dejan de ser tales…”

“Actualmente los hombres realizan conductas que hace unos años era impensable que se llevasen a cabo, debido a que estaban destinadas a ser hechas por las mujeres y viceversa” (Pablo Vera Villarroel Ph.D. y Luis Armando Oblitas Ph.D. – Manual de Escalas y Cuestionarios Iberoamericanos de Psicología Clínica y de la Salud).



La globalización en el sector servicios, en las últimas décadas, ha estimulado las migraciones, en especial entre los trabajadores de la salud. Cuba, por ejemplo, ha exportado cientos de trabajadores de la salud a países con los que tiene acuerdos bilaterales, como China, la India, Indonesia y Vietnam. Estas migraciones se ven limitadas cuando los títulos que otorgan en su país de origen no tienen valor internacional. En Filipinas el 8% de la población vive en el extranjero, y en los últimos años, el gobierno ha estado formando trabajadores sanitarios, principalmente enfermeras que son graduadas en Estados Unidos; y el gobierno, con las remesas que envían a su país de origen, financia el desarrollo nacional. El Banco Central de Filipinas, en el 2004, registró envíos por el valor de 8,5 millones de dólares.

Pearce Davis y Gerald J. Matchetl llaman a esta circunstancia «demanda derivada». Ésta depende en gran parte de la combinación de los factores de la producción; entre otros, la tecnología que ha reducido el número de trabajadores para una obra.

La globalización afecta a la clase trabajadora por la disminución de puestos de trabajo, que se agrava por  la falta de control de los Estados, sobre la cuestión social y los efectos de la Tercera Revolución Industrial.

La globalización genera cada día empobrecimiento no sólo mediante la eliminación de puestos de trabajo, la flexibilización y la desregularización salarial que disminuye el salario real y también reduce la asistencia a los asalariados y desempleados.

Por efectos de la Política Exterior, el petróleo –re-calcamos– tuvo una gran subida (temporal) en su precio; por tal motivo, las grandes empresas de transporte se fusionaron y posteriormente, para sobrevivir, anunciaron grandes despidos; pero eso solo fue la antesala de una gran crisis mundial en la que hasta ahora se debate el mundo (2008); con esto la tecnología y otras circunstancias, los trabajadores ven y sienten que sus derechos tradicionales y el disfrute de sus libertades clásicas se van derrumbando. Por ejemplo, con el desarrollo de la computación e informática, los trabajadores particularmente las mujeres son más vulnerables, en grado imprevisible, de tal forma que en la mayoría de los casos el empleador conoce a todos y cada uno de sus trabajadores, aunque, en gran número de veces, yendo contra la ley, violando el derecho a la  privacidad e intimidad sancionado por la legislación penal del trabajo comparada.

“Con la globalización, “… la irrupción de la sociedad, de la informática, de las tecnologías de la comunicación y la aparición de una nueva relación capital/trabajo, aceleran la tercerización de la economía y, definitivamente, hicieron desaparecer la industria pesada y gran parte de la manufactura…” (Juan Somavía: Informe de la Organización Internacional del Trabajo [OIT] – 1999).

Todo esto lo desvincula al trabajador, lo desconecta de una geografía conocida y de la experiencia de generaciones.

Las nuevas tecnologías tienden a un sistema más disperso de trabajo donde la relación laboral no se basa en la confianza del trabajador sino en su rendimiento y se le exige que tenga una suficiente instrucción y capacitación técnica, de lo contrario se quedaría relegado en la nueva economía.

Las condiciones de vida en algunos pueblos ha mejorado debido a las inversiones y capital humano (mano de obra) y los avances en la tecnología, lo que en economía se denomina “productividad total de los factores de producción”. Todo en el mundo es relativo.

En la medida que la globalización avance se necesitará mayor énfasis en la educación; así como con la información y la comunicación. La educación debe ser una preparación para la vida profesional. Actualmente la clase laboral en muchos países  adolece  de una pobreza educativa por la carencia de oportunidades para recibir educación, tanto laboral como pedagógica.

La educación para el siglo XXI debe obedecer a políticas que beneficien a los pobres: Procurar una mano de obra calificada, dar oportunidad a los trabajadores de bajos salarios, encausarlos a encontrar un camino hacia la profesionalización y la calificación, y ayudar a los que por alguna razón hayan perdido su puesto de trabajo.

Por ejemplo, en los Estados Unidos de América, en el año 2007 (antes de la crisis) se creaban más o menos 90 mil puestos de trabajo mensuales; se puede decir que en el año se crearon un millón de puestos. En el 2008, hasta junio, se había reducido la oferta de trabajo en un tercio del número anterior; es decir, se perdieron 300 mil, a lo que habría que agregar la mano de obra que se iba incorporando. Y se  comentó que había 4 millones 400 mil parados o desocupados (2011).

En los Estados Unidos de América, de octubre del 2008 a marzo del 2009, se perdieron más de 3’700,000 empleos, lo cual fue considerado el más alto desempleo desde 1983.

Desde comienzos de la segunda mitad del siglo XX, las élites intelectual y política niegan su ayuda a la clase trabajadora, y ésta comienza a desconfiar de aquellas, lo que da como primera consecuencia la desaparición de los líderes gremiales a nivel nacional y, por lo tanto, la clase trabajadora deja de ser actora en la cuestión social por falta de líderes nacionales o regionales. En conclusión podemos decir que la clase trabajadora ha dejado de ser, lo que doctrinariamente se determina, “sujeto social”, que en el tiempo de la crisis económica global es necesarísima; sino veamos, por ejemplo, a España en  sus relaciones con el sindicalismo en el País Vasco: gracias a la agremiación de los trabajadores la crisis se ha sobrellevado (2009). Como segunda consecuencia, sobre todo en los pueblos alejados de las capitales (2011…) la aparición de líderes barriales de tendencias e ideologías foráneas y radicales que buscan el sometimiento de la población poco informada, anteponiendo al hambre como acicate. Y como una tercera consecuencia es que la clase trabajadora no cree a los políticos. Los trabajadores dicen: «preferible es un ignorante que está con los trabajadores, que un sabio que ni nos menciona» (2006 – 2011). Y esto se repite desde las últimas décadas del siglo XX.

Con la globalización los gobiernos se han despreocupado de la tutela de los trabajadores, sobre todo manuales antes llamados «obreros», dejan de ser de su interés en aras de las grandes inversiones privadas a las que consideran el motor de la economía. Pero la globalización arrastra a las mujeres a una situación de inferioridad económica y las obligan a trabajar hasta una doble jornada, con un 50% en negro. La globalización da una libertad plena; todos pueden comprar y vender sin la intervención del Estado.

Ahora con la globalización se ha creado un estado de violencia psicológica que produce daños en la salud emocional del trabajador; y esa violencia va en aumento constante, constituyendo característica en lo que va del siglo XXI.

Hoy la clase trabajadora carece de una élite que los oriente, les señale sus objetivos gremiales y la relación de éstos con la política del Estado y que los  dirigentes dejen de coquetear con los gobernantes, confundiéndose con los fariseos y los escribas (2000 – 2014). Además, en muchos países en desarrollo, la mayoría de los partidos políticos no demuestran tener poder, ni capacidad de convocatoria gremial por falta de cultura especializada en la cuestión social. La clase gubernamental no cuenta con una élite cultural con capacidad de convocatoria frente a la clase trabajadora desde lo que va del siglo XXI, como la tuvo en los años del quince al setenta del siglo XX; ni a nivel nacional ni regional. En conclusión: no hay líderes gremiales, y a los gobernantes no les interesa como en los años dieciocho al cincuenta y tantos del siglo pasado. Más interés se presta por el campesinado, como lo dijo (Perú) un dirigente político de alto rango en aquel entonces (1963).

“En el ámbito laboral hoy tenemos un tipo de empresa muy diferente a la paradigmática fábrica del siglo XX. Ha surgido un nuevo tipo de trabajador diferente al ‘obrero’, ‘empleado’ o profesional, que iniciaba su carrera laboral pensando en la estabilidad, la flexibilización de la empresa y del empleo, y por la cultura y la ideología de empleadores, hombres y mujeres, calificados y no calificados, y aún profesionales  y  técnicos  que  caen  en  la  desprotección social, porque no caben en la nominativa laboral” (Malva Espinoza, socióloga: Trabajo Decente y Protección Social – Oficina Internacional del Trabajo).

Los dirigentes sindicales, desde más o menos los años 70 del siglo XX, buscan resolver su situación económica incursionando en política, conseguir un cargo y, como no conocen la realidad del país, sólo les interesa conseguir su jubilación.

En todo el mundo globalizado los sindicatos, generalmente, están desadaptados como consecuencia de la mundialización o competencia internacional; y, debido a ella, dan prioridad a los objetivos empresariales.

Los organismos gremiales se han debilitado, porque la nueva forma de ver el mundo industrial, textil y comercial los sorprendió. Y a sus dirigentes, siempre reticentes al Derecho y Ciencias Económicas, la globalización los envolvió haciéndoles de urgente necesidad un reciclamiento. “Si no sabes aprende, si sabes enseña!” Dicho de otra forma, acordarse del deber sindical.

Con la globalización de la economía, el trabajo informal aumenta sin cesar en los países en desarrollo, que supera el  cincuenta por ciento de los trabajadores. En el Perú  se comenta que de cada diez (10) nuevos ocupados siete (7) son informales; que más o menos nueve (9) trabajan en servicios y sólo cuatro (4) tienen seguridad social. Cabe aclarar que desde el 2009 se está impulsando el seguro universal; creemos que es porque con esto no se afecta la campaña de nuevos inversionistas. La Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL), en los primeros años del siglo XXI, consideraba que el trabajo informal en el mundo superaba el veinticinco por ciento (25%) de la población económicamente activa y que producía el treinta y cinco por ciento (35%) del PBI (Producto Bruto Interno) mundial (Informativo CIOSL, N° 2, marzo 2004 - Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres – Bruselas, Bélgica).

El economista del Banco Mundial, Julian  Messina, dice que “el 65 % de la fuerza laboral peruana es informal. Y agrega que en esta cifra se incluye a los trabajadores dependientes y a los autoempleados sin prestaciones sociales… (El Comercio – Lima, 4 de noviembre del 2012 – Portafolio Económico, pág. 4).

Los empresarios argumentan que la mano de obra es muy deficiente y que los costos laborales altísimos afectan a la empresa, y, por tal motivo, tienen que reducir el número de trabajadores que figuran en «planilla», porque creen que así economizarán el 30% del total de los costos laborales, y prefieren a trabajadores que trabajen bajo la modalidad de temporales o remunerados por honorarios profesionales, pensando que comprometidos con esta modalidad no tienen más responsabilidad que descontar el diez por ciento (10%); un craso error. El enrolamiento del trabajador podría haberse iniciado con el mal llamado «contrato del trabajo no personal», pero por el principio de la dinamicidad de la relación laboral se va mejorando y transformando el proceso del desarrollo del trabajo. Y se concreta en la existencia de una verdadera relación laboral entre el dador de trabajo y el trabajador. Un lapsus intellectus que constituye delito, y dentro de la doctrina se denomina explotación en “estado de necesidad” y es sancionado por el Derecho Penal del Trabajo.

Además hay ejecutorias que, basándose en el Principio de Primacía de la Realidad, se declara por el Tribunal Constitucional (Perú) la existencia del vínculo laboral o relación del trabajo.

En los estudios realizados al sexto mes del año 2008, en el Perú, se percibía que la demanda de mano de obra había aumentado en construcción civil y minería junto con la banca. (El Comercio de Lima, del 11 de junio del 2008). Pero en las últimas semanas del mismo año las empresas mineras anunciaron un nuevo despido de centenares de miles de trabajadores debido a la no posible exportación de ciertos minerales y la crisis económica mundial. Sin embargo, expresaron que en el mes de junio de ese año (2008), con respecto al año anterior (el mismo mes) hay un incremento de mano de obra en construcción civil, que sigue en aumento, ocupándose inclusive mano de obra femenina.

Felipe Aguirre, gerente general de Manpower - Perú, dice: «… que la eminente llegada de capitales extranjeros han producido un aumento del optimismo en todos los sectores económicos y en las regiones, se percibe que reciben los beneficios de este crecimiento». A lo que podemos agregar que: «El economista Gustavo Yamada, profesor de la Universidad del Pacífico, Lima, coincide con Aguirre y anota que otros factores han contribuido a robustecer las expectativas de empleo con los  resultados de crecimiento del PBI.

Cualquier exceso de demanda u oferta de mano de obra se corrige paulatinamente por sí sola porque la competencia (de competir) por la poca oferta de mano de obra, o lo contrario, escasez de trabajadores, empuja al salario en su valor, y como una consecuencia se produce el equilibrio.

La inclinación de la oferta o la demanda de mano de obra es muy cambiable. En el año 2009 hubo mucha oferta de mano de obra (salarios bajos y ni siquiera un salario mínimo vital equitativo) por el aumento de jóvenes que se preparan y la tan cacareada crisis económica mundial; además, los grandes despidos y paros.

En España, en el mes de junio del 2010, se anuncia que existían dos millones cuatrocientos mil parados, como se les llama a los  desocupados. En el 2012 la situación no había mejorado.

Se habla con veracidad o sin ella de inversiones «al crecer las empresas y nacer nuevos negocios se demandará más mano de obra»; habrá trabajo para técnicos y profesionales; los jóvenes se prepararán en las labores que se necesitan pero si abundasen bajarían los salarios y nuevamente habría escasez.

Desaparecerán los trabajos rutinarios, como sumar, atender solicitudes sencillas, información telefónica que las realizarán las computadoras u ordenadores; se utilizarán robots para cargar productos en pequeñas distancias para ordenarlas en los almacenes, colocarlos donde se  deban colocar, y así en el depósito se podrá tener actividad las veinticuatro horas del día.

Los robots, unos son programados y otros teledirigidos; unos tienen una apariencia humana llamados «humanoides» y otros simplemente máquinas




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